sábado, 20 de diciembre de 2014

La melancolia es...

Melancolía es una película de Von Trier, es una palabra que se me atranca en la garganta y siempre confundo con nostalgia, melancolía es un vacío amargo que no sabés porque esta allí y como llenarlo, es el cielo a las 5:45 pm que te arrastra a patadas a un atardecer que viste tomado de la mano.
Melancolía es algo que solo entendés cuando no sabés como llamarle a tu tristeza, es el suspiro más largo del mundo, es cogerle la mano a tu lata de cerveza para que la tristeza se  aplaque y no te desborde los ojos.
La melancolía es un apartamento de paso, espero, donde dejas guardados tus recuerdos mientras definís que vas a hacer con ellos.
La melancolía es todo y nada a la vez, es la mediocridad del alma que no se decide a estar triste.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Perros de la guerra ( de la serie fábulas empresariales)


http://mstibog.deviantart.com/art/Unleashing-the-Dogs-of-War-165795305

Entrenado con los mejores, su instinto se depuró atendiendo estrategias de captura y destrucción de enemigos, ante una orden no se duda, se actúa; si el amo señala un enemigo uno va por el cuello, rápido y silencioso.
Una retribución justa, la mejor carne del mercado para esos exquisitos perros de la guerra que a la orden del amo dejan correr sus instintos entrenados y afilados, el objetivo será el que le indiquen, el territorio a conquistar es el motivo de desvelos y obsesiones que dejan en segundo y tercer plano cosas que estorban como la familia o los amigos,  para eso ya llegará el tiempo, cuando la guerra termine y sean condecorados.

Perros de la guerra que no piensan siquiera en retar a su amo, el amo que les tocó en ese momento histórico, los amos van y vienen luciendo su jerarquía y estrellas que los engalanan como héroes que han teñido el campo de rojo. Los amos saben que los perros entrenados y bien alimentados son eficientes y certeros, una jaula llena de comodidades y tapetes abullonados, asistentes y secretarias/secretarios llenos de feromonas dispuestos a guardar bien los secretos de los amos y que ayudan a escoger adecuadamente los siguientes que pasarán a primera línea de la guerra por ese anhelado territorio.

Un soldado no duda, un ejecutivo no duda, un gerente no duda, un comandante co-manda, planea estrategias y establece jugosos bonos por resultados, el campo de batalla tendrá bajas, heridos y muertos, en una guerra fratricida el muerto puede ser tu vecino o tu mejor amigo del colegio, pero siempre y cuando el pequeño circulo intimo este a salvo, la guerra es para ver en televisión, algo que pasa a los demás.

Un ejecutivo ejecuta, aplica las estrategias que le entregaron, negocia con sus aliados y busca la manera de que las cicatrices de la guerra no sean tan visibles, si hay  que entregar a alguien al enemigo, se encargará de buscar el que menos falta le haga, a quien le conozca las debilidades de la carne o del alma para luego usarlas a favor de su amo. El ejecutivo ejecuta lo que el amo indique, la relación es vertical, en el camino quedan las familias esperando que de esa ración exquisita lleguen jugosos pedazos a casa para mostrarlos a sus vecinos como trofeos.


El mando medio, no manda; hace encargos, lleva y trae, consigue información y la distribuye, saliva viendo los bonos y huesos que entregan a los perros de la guerra, no tiene a quien mandar solo espera agazapado. Ser un perro de la guerra es un honor, hacer parte de la compañía es para un grupo selecto de ejecutivos como yo, las víctimas son las víctimas y yo no estoy allí. Al fin de cuenta que son un par de ajustes en la estrategia, que daño pueden hacer unos acuerdos entre amigos, finalmente son solo consumidores, no estamos hablando de muertos. Los perros ladran cuando el amo ordena, cazan cuando el amo señala, desgarran cuellos para obtener territorios ajenos, han sido entrenados con los mejores, los rodean de campos verdes y pedazos de la mejor carne, las cicatrices se exhiben como trofeos. Son perros de la guerra que siguen ordenes, si dejan de obedecer verán su ración reducida, el collar no será tan vistoso y las caricias serán reemplazadas por desprecio y distancia jerárquica, la correa castiga cuando ya no adorna. 

El tigre y el látigo (de la serie fábulas empresariales)

Publicado en la revista Gerente Agosto 2014

Un tigre es un animal salvaje por naturaleza, sigiloso, inteligente y magnético, su espacio natural es la selva donde su solo gruñido hace que los animales huyan o se petrifiquen. Sus rayas y colores lo hacen resaltar entre los demás animales, su objetivo no es pasar desapercibido, debe hacerse notar. Es su naturaleza.
Hace muchos años su especie fue capturada por humanos, quienes usando argumentos de fuerza, látigos y barrotes lo sometieron a sus deseos, bien para usar sus pieles y adornar sus salas, bien para hacerlos rugir a voluntad, bien para acompañar a sus príncipes a tomar el té.
Para poderlo someter sus captores, a quienes abrazan y acarician movidos por el temor a no tener comida o recibir algún castigo, limitan su espacio para moverse, racionan su alimentación justo al limite que los vuelva poco rentables, por supuesto que sacan lustre a sus rayas y a sus colores finalmente es su fiereza sometida y su diferencia con otros animales lo que lo hace interesante.

Cazzzzingggg, sonó el látigo que golpeó su espalda, una silla separaba al domador de sus garras, a pesar de no entender exactamente lo que quería el humano hizo lo que pensó que le garantizaría su comida, miraba a sus lados y sus compañeros tigres hacían lo mismo, saltaban y gruñían a la orden de su humano, no era su idea de vida perfecta pero era la que tenía y eso le garantizaba su comida y no ser golpeado, Cazzzzzzzingggg ahora sus patas traseras ardían como si un leño ardiente se hubiera acomodado allí, miró a su derecha, el tigre viejo lo estaba mirando con su único ojo en buen estado, le decía con la mirada que bajara la cabeza que hiciera lo que su humano le pedía, que recordara que su ojo había saltado de su cara cuando un golpe de látigo no se depositó en su espalda.
Las historias de sus viejos compañeros de celda, el dolor de cada golpe, el miedo de todos los días por no recibir comida, maldecir con todo su corazón esas rayas negras y naranja que lo hacían diferente, odiar a su humano, odiar al látigo, odiar la silla, odiar la celda.

El tigre saltó por encima de la silla que el humano sostenía con su mano izquierda mientras agitaba el látigo, sus rodillas sonaron como un trozo de árbol que se rompe - tantos años de estar sometido en un espacio diminuto lo quitaron agilidad,  los tigres amigos e incluso el sabio mico miraron de reojo sintiendo miedo por él, envidia por su decisión y miedo por lo que les tocaría a ellos aguantar. El humano tuvo miedo, en sus ojos el tigre vio la sorpresa de lo inesperado, el latigo cayó, ya no dolió, lo hizo impulsarse con más fuerza, puso su pata derecha sobre el pecho del humano y apoyándose salto con fuerza por fuera de la jaula mientras sentía la mezcla de sentimientos en su corazón de tigre, miedo, felicidad, incertidumbre por la comida que no recibiría, pero alegría porque volvería a cazar como antes. La vida comenzó, una vida terminó.


Cuando una organización contrata un empleado surgen dos tipos de contratos, el formal que está escrito en un documento legal que formaliza la relación a cambio de una suma de dinero cada dos o cuatro semanas y uno que se da en la mente del empleado basado en las promesas que le hace el empleador, allí caen promesas de capacitación, crecimiento personal, viajes, bonificaciones, estabilidad y buen ambiente laboral.  Cuando la organización, o sus directivos actuando en nombre de ellas, no cumplen con las promesas formuladas se produce un rompimiento en ese contrato, es el contrato sicológico y por esa razón se dan situaciones que afectan a la compañía como renuncias, bajo rendimiento, burnout, estos empleados se convierten en multiplicadores negativos que en lugar de motivadores al crecimiento y compromiso con la empresa.
El látigo representado en políticas corporativas rígidas enfocadas a presionar al empleado a ajustarse a estándares no negociados, la amenaza constante con la suspensión de la limitada ración alimenticia, dosificada de manera metódica; sin logros por alcanzar a pesar de hacer piruetas que no estaban en libreto y enriquecen el espectáculo,  son constantes amenazas que no hacen dócil al tigre, lo maltratan al tratar de quebrar su voluntad, solo hacen que cuando los tigres se reúnen a tomar agua o café en el caso de las empresas, la rabia por el látigo, la incomodidad por la pequeña dosis de comida, la rabia por ver como al caballo lo recompensan solo por su belleza y pelaje se conviertan en virus nefastos que van carcomiendo a las organizaciones desde la base. Si son empresas productoras de bienes seguramente se verá reflejado en bajos estándares de calidad, ausentismo, malas practicas, bajo rendimiento y si son organización prestadores de servicios la ruptura del contrato sicológico se dará en la atención, la calidad de la entrega e incluso puede derivar con el tiempo en boicots internos.
Un empleado que aporta, que crea, que innova y no es motivado o por el contrario es castrado por la organización va a reaccionar tarde o temprano ante el látigo como nuestro tigre de la historia.
Políticas laborales consistentes, organizaciones coherentes, directivos consecuentes son la mejor manera para que el empleado de lo mejor de sí y para que ayude a construir ventajas competitivas para la organización; el látigo no hace dócil al tigre, lo reprime.