lunes, 1 de julio de 2019

Cartas a Anna Li _ Junio 18_


Junio 18
I´m getting sentimental over you cantaba el piano de Mingus mientras él se daba golpes de pecho en el corazón recordandola, sin saber siquiera si ella lo recordaba alguna vez; la luna se mostraba plena sobre la noche iluminando las nubes y rompiendo la oscuridad. El teclado imitaba al piano, sonaba sobre el piano de Mingus y dejaba tras de sí un rastro de melancolía y sueños que se iban a romper. 
Sacó rápidamente su cámara fotográfica y dedicó varias respiraciones a sacar la mejor cara, la más brillante de la perla luna, sacó la tarjeta de memoria de la cámara y presuroso escogió la más bella…. La envió vía Whatsapp en una época de amores rápidos e insípidos; ella recordó que sus piedras no estaban cargadas y que la noche era propicia, él sacó su piedra color violeta y la sumergió en agua sal según las indicaciones de ella. Juntos miraron a la luna y se encontraron soñando con sueños diferentes pero sincronizados; respiraron profundo y se recordaron que el amor dolía y la vida había sido dura.
Ella siguió leyendo y juzgando, construyendo esperanzas y rompiendo corazones; él mientras tanto seguía escuchando al piano deslizándose sobre las letras que unían su piel con la eternidad de los archivos digitales que viven, como James, en la nube. 
Ella era tierra
Tierra en los pies, en las uñas, en los ojos, en la piel que se unía con el mar en fotos de sonrisas ajenas.
Ella era agua
Agua que se deslizaba entre los dedos con un aire de seriedad que reprimía sonrisas y soltaba largos suspiros al escuchar el llamado de la razón
Ella era fuego
Fuego constructor, fuego que reaviva, fuego que le muestra a la piel que aún queda sangre corriendo donde mucho tiempo solo hubo vacío
Ella era aire
Aire nuevo en unos jóvenes pulmones envejecidos por el desamor, aire de vidas largas y buenas, aire que d la esperanza de construir vida sobre los rayos del sol que se reflejan en la arena cuando atardece en el pacífico.
Ella era puro corazón, libre corazón, corazón libre, un árbol sin raíces que crece hacia el sol y no tiene fin porque nada lo ata a la tierra. De sus ramas de árbol, que fué semilla algún día, brotan como lágrimas de colores miles de pájaros al amanecer, se mancha el cielo de sus voces, el día saluda.
En la mente de él se urdían poderosas fantasías, ninguna de ellas sexual, se veía cogido de la mano caminando en algúna carretera polvorienta, como dos adolescentes viviendo su momento. Otras veces estaban en la cama, su cama, mirando por la ventana la noche que los conectó. Ella confundida, abrumada en su dureza, filtrada en su seriedad se reía pensando en que iba a cumplir cuarenta y estaba haciendo noviecito por chat como si tuviera veinte, cosa que siempre criticó desde su tribuna libertaria y chamánica. En su seriedad, los crespos se iban convirtiendo en risas y pequeños ojos vivos; ella poco sutíl, de abrazos grandes y amigos entrañables; ella que parecía un mar y una sierra, ella que parecía que caminara sobre carbones encendidos, toda ella le encantaba aún sabiendo que él estaba lejos de ella, que sus mundos eran extrañamente y lejanamente similares casi hasta el astío.
Lo de las coincidencias era algo serio, todos los días descubrían un hilo nuevo, sitios comunes, personas extrañas pero comunes, olores y amores que compartían sin ni siquiera rozarse o verse a los ojos con deseo,es tan alto el nivel de comunicación diaria que la estaba comenzando a integrar a su vida y sufre un poquito por no saber si ella también lo extraña como él a ella.
Respirar, aflojar, soltar, respirar, amar, mirar con el recuerdo, ver los colibríes con otros ojos y el chocolate como el mejor pretexto. De  manera increíble para los dos bandos, una noche comenzaron a enviarse mensajes en “público”, sin pensar en las consecuencias ni los rumores, ellos que no se habían siquiera rozado la mano se hacían anónimas declaraciones frente a varios miles de personas. Sin embargo él no estaba seguro de que ella sintiera algo por el, básicamente porque los abrazos no duraban las dos horas treinta y tres minutos que él quisiera, ella lo alejaba luego de entregarle su calor tres segundos y medio.

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