lunes, 29 de julio de 2019

Un gato y un café

Una mañana de esas de sol amarillo y café oscuro mi estimado gato gordo y taciturno decidió sentarse a mi lado; ronroneó como lo hace cuando quiere dejarme saber que, a pesar de ser humano, tengo derecho a su presencia, me miró a los ojos y se lamió la pata derecha sin dejar de mirarme profunda y despectivamente. Hacía algunos años habíamos tenido nuestra primera conversación, y desde esa época se había negado a dirigirme la palabra, creo que no le ha gustado el rumbo que ha tomado mi vida emocional, tiene la tendencia a juzgarme sabiendo que él es un solterón sedentario que solo se ocupa todo el día todo el día de ir persiguiendo moscas que no existen.
Dejó su pata en paz, me miró a los ojos e hizo un pequeño bizco.

Dejála que te quiera
aprendé a quererla
solo el tiempo dirá si es la correcta

El devenir será el maestro
la química irá mutando
podrá ser un espejismo
o la certeza del caminar
solo el tiempo lo dirá
solo el sol te irá marcando el camino
aprendé a respirar

Siguió limpiándose la cara, ya no me miraba, se levantó a buscar otra de sus moscas imaginarias y a comer las mismas pepas de todos los días. El café se fue enfriando mientras me quedé viendo el fondo del pocillo pensando en sus palabras.
Tal vez un poco de panela no le caería mal, tal vez sentarse al sol a esta hora puede ser la mejor idea del día.


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